24 de octubre de 2014

La espada embotada.


Acaba de salir la continuación de la multipremiada Ancillary Justice, y como buen blogger "coff" "coff", en un intento de mantener el ritmo de publicación estable, es decir, cuando me apetece, os dejó aquí mis impresiones.
  
En Ancillary Justice, Anne Leckie creó una mezcla del imperio romano con un toque de especias orientales, y le salió bien. Era un mundo intrigante, donde las IAs que controlaban las naves de combate usaban una serie de soldados auxiliares llamados ancillares, creados a partir de prisioneros de guerra a los que se borraba su personalidad, quedando como simples proxies de las naves.

Los primeros capítulos de Ancillary Sword nos presentan un resumen de la situación, muy práctico para la gente desmemoriada como yo, y después se convierte rápidamente en una novela de Patrick O'Brian, con nuestro protagonista Breq, ahora comandante de flota, en el papel de Jack Aubrey, al mando de la nave Mercy of  Kalr. Contemplamos como Breq educa a un joven oficial inexperto y se gana la confianza de la IA, de la tripulación y de cualquiera que pasara por allí, a base de arak y ejercicios de tiro, y, ah, esto, mucho té servido en tazas de calidades variadas según la ocasión.

Cuando llegan a su destino, el sistema Athoek, la novela da un giro y se convierte en un thriller político en la India británica, donde todo son sutiles levantamientos de ceja, fruncimientos de ceño, invitaciones a cenas y juegos de poder entre las diferentes facciones de la estación espacial y el planeta, y té mucho té, sazonado con un poco de contrabando para animar la trama.

Esta situación permite a la autora demostrar lo inteligente,  lo justo y lo guay que es Breq, que va a barrer y sacar el polvo al sistema para convertirlo en un sitio limpio y brillante en un plis plas, y esto es así por que Breq es el único personaje que tiene una cierta entidad y los demás están sólo para dar la replica en el momento adecuado, tal cual un juego de rol.

Los personajes son una colección de tópicos hasta la médula: el joven oficial inexperto, el gobernador bonachón, el dueño de la plantación, el hijo malcriado, el rebelde, los trabajadores explotados, etc, etc, etc.
 
No todo es negativo, claro, el estilo es ameno y ágil de leer, la crítica a la explotación y en general los temas de la novela correctos. Breq nos lo cuenta en primera persona, pero de vez en cuando, en una serie de rápidas focalizaciones sobre diferentes personajes, la autora consigue dar la sensación de contemplar un panel de cámaras de seguridad, un efecto parecido al uso de los múltiples cuerpos de Ancillary Justice, que me gustó especialmente.

Y no lo vamos a dejar sin hablar de género. Leckie continua usando los pronombres femeninos para todos los personajes e incluso da un paso más allá, ahora todos/as son madres, hijas y hermanas. Esto da lugar a un simpático equivoco, cuando Breq, pide a uno de los trabajadores que llame a su hermana, de la que estaba abusando/torturando/no se exactamente el qué, el hijo/a del plantador/a, y éste se queda perplejo/a por que ¡ay! sólo tiene un hermano. Supongo que es una escena que tiene que sacudir la mente del lector al no saber exactamente el género de los personajes, aunque a mí personalmente me importa poco cuando una PERSONA abusa de otra, cuál es el género de los implicados.